De manera sorpresiva, hemos escuchado sobre leyes que prohíben a los padres disciplinar a sus hijos. Amparados por dichas legislaciones, los hijos podrían demandar a sus padres si ellos consideran que han sido vulnerados en sus derechos. Es algo complicado, pues en estos tiempos la composición de la familia se ha venido fundamentando sobre libertades que tienden a convertirse en libertinaje. 

¿Debemos disciplinar a nuestros hijos? 

La autoridad es un principio esencial en una sociedad. En la familia, vemos que es importante formar el carácter en nuestros hijos. La autoridad y el respeto a los demás son aspectos fundamentales del aprendizaje frente al liderazgo. No podemos dejar de lado los principios bíblicos pues Dios instauró la disciplina para poder educar de manera sana a nuestros hijos.

Como padres es importante preguntarnos: ¿a quién preferimos incumplirle? ¿A Dios o a la sociedad? Pues al desechar el principio de la autoridad le estamos incumpliendo directamente a Dios. Por seguir las nuevas costumbres, hay papás que deciden no corregir a sus hijos y esto es un ejemplo negativo para ellos. Contrario a lo que la sociedad quiere que hagamos, debemos enseñarle a nuestros hijos que deben respetar a sus autoridades. Si vemos la autoridad como algo que Dios ha establecido y por ende, como algo que debemos enseñarle a nuestros hijos, ellos serán hijos conforme al corazón de Dios. 

En pocas palabras: disciplinar es bendecir. Porque cuando nuestros hijos son bendecidos con la disciplina y la autoridad, ellos desarrollan la habilidad de crear límites, de ser responsables y de ser más seguros. Así, cuando deban enfrentar retos académicos y laborales, no desertarán ni se sentirán desubicados al respecto. La Biblia dice en Proverbios 23:13-14 dice: “No dejes de disciplinar a tus hijos; la vara de castigo no los matará. La disciplina física bien puede salvarlos de la muerte”. La disciplina puede evitar que nuestros hijos caigan en situaciones que los lleven a situaciones de muerte

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