En una entrada anterior hablamos sobre la importancia de que como padres ejerzamos autoridad sobre nuestros hijos, puesto que la disciplina corresponde a un principio bíblico que debemos aplicar en nuestros hogares. Ahora bien, en esta ocasión hablaremos sobre cómo disciplinar sin que esto se convierta en un abuso.
¿Cómo disciplino a mis hijos?
Partimos de que disciplina y autoritarismo son dos cosas distintas. La disciplina es un conjunto de reglas de comportamiento que producen un resultado. Caso distinto al del autoritarismo, que consiste en querer un sometimiento absoluto a nuestra autoridad como padres. O en pocas palabras: abusar de la autoridad. Sí podemos disciplinar a nuestros hijos, pero debemos hacerlo con amor y respeto.
Al momento de cometer un error y faltarle el respeto a nuestros hijos, debemos tener la capacidad de pedirles perdón. Dios nos guía a actuar en amor y a enseñar, pues a pesar de nuestros errores Él con su ejemplo y con su amor nos disciplinó. Como padres debemos tener claro que al igual que nosotros, nuestros hijos no son perfectos y que por ende van a cometer errores. Esto va a ayudar a que ellos entiendan que en la vida pueden fallar, pero que en casa hay un instructor, en este caso papá y mamá, para amarlos en medio de su error y para corregirlos y guiarlos.
Ahora bien, si queremos ser autoritarios no podemos esperar que nuestros hijos reaccionen de manera positiva, porque con esta actitud lo que causaremos es que ellos creen barreras hacia la autoridad. Por ejemplo, maltratar y hacer quedar mal a nuestros hijos delante de los demás es un exceso de autoridad al cual ellos van reaccionar entrando en rebeldía.
Dios nunca nos sometió a un régimen a pesar de nuestros errores, la autoridad y la disciplina son una bendición y es por esto que no debemos dar cabida a que nuestros hijos generen un rechazo hacia la autoridad y se conviertan en rebeldes por causa de nuestro maltrato. El mundo está ejerciendo una presión para que criemos hijos que no sepan someterse y que incluso sean violentos con sus autoridades, dentro y fuera de casa.
Como parte de la iglesia debemos tener familias que amen los principios de autoridad que Dios estableció. Esta es la manera en la que podemos levantar nuevas generaciones que no sean rebeldes, sino que tengan liderazgo y sean bendición a la sociedad. La Biblia dice en Proverbios 29:17: “Disciplina a tus hijos, y te darán tranquilidad de espíritu y alegrarán tu corazón”; y en Proverbios 22:6: “Dirige a tus hijos por el camino correcto y cuando sean mayores, no lo abandonarán”. Estas son reglas que Dios nos ha entregado para que nosotros dirijamos a nuestros hijos con amor y respeto. Así evitaremos que la sociedad tenga hombres y mujeres en rebeldía contra toda autoridad.
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