Hablamos de convertirnos en visionarios, de pedirle a Dios que nos diga lo que Él quiere que hagamos y luego dar el paso de fe sin temor para poder cumplirlo. Pero son muchas las veces que por temor no alcanzamos a volar como el águila. 

Te presento otra excusa que te puede mantener atascado en la mediocridad: “No tengo ni los talentos, ni las habilidades, ni la experiencia que se requiere para ser un visionario”. Quizás piensas que las personas que toman riesgos son de alguna forma dotadas y tienen ciertos dones, pero yo no tengo dones especiales, solo solo una persona común y corriente que puede hacer las cosas ordinarias de manera regular. Y pues si esta es tu excusa, te quedarás sin ella, porque Pablo escribió estos a los Corintios: “Hermanos, consideren su propio llamamiento: No muchos de ustedes son sabios, según criterios meramente humanos; ni son muchos los poderosos ni muchos los de noble cuna. Pero Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos. También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse”.

¿Cuántos ejemplos más necesitas para comprender que Dios usa personas comunes y corrientes?

Piensa en Pedro, Santiago y Juan, pescadores sin educación; considera a Tamar, Rahab, Rut, Betsabé, todas grandes abuelas en el linaje de Jesús, pero también a todos absolutamente no calificados para el trabajo. La Biblia y la historia de la Iglesia está repleta de personas usadas por Dios poderosamente en pequeñas y grandes formas, aun cuando no tenían ni las credenciales, ni la calificación adecuada, ni la educación correcta, ni las habilidades, ni capacidades adecuadas,  y es de esta manera que Dios recibe la gloria.

Quizás piensas, pues si tuviera 20 años, de pronto podría hacer algo para Dios, pero ya es muy tarde, ya soy muy viejo para pedir por una visión. Entonces debes considerar a Caleb, quien después de caminar en el desierto por 40 años logra entrar a la tierra prometida y a sus 85 años, va ante Josué y le dice: “tengo la misma fuerza que tenía el día que Moisés me envió a espiar la tierra de Canaán.  Tengo tanto vigor ahora como cuando tenía entonces. Ahora, pues, dame esta tierra de la montaña que me fue prometida desde entonces”.

Si has usado la edad o algún impedimento como excusa para no pedir a Dios una visión, ora así: “Dios, dame esta montaña. Dame una visión de lo que quieres para mi, a esta edad, en este tiempo”. ¡Te prometo que él lo hará! 

A continuación puedes escuchar la segunda parte del devocional “Pide a Dios una visión ”, un mensaje de The Christian Working Woman en español por Mary Lowman. Si te interesa ver más contenido como este no dudes en visitar nuestra lista de reproducción en Spotify o también puedes encontrarnos en plataformas como Soundcloud.