¿Cuántas veces hemos visto anuncios en redes sociales o en la televisión que prometen una vida de ensueño? “Adelgace sin hacer ejercicio”, “Compre sin tener que ahorrar”, y así una lista sin fin de ejemplos. Aparentar se ha convertido en algo cotidiano y esto hace que nos dejemos envolver por el engaño de la vida fácil y aparentemente perfecta.
¿Qué hay de malo en aparentar?
El querer tener y presumir nos hace ser personas de mucha apariencia pero con poca conciencia. Nosotros debemos tener conciencia en lo espiritual, en lo emocional y en lo físico; y esto se ve reflejado en dormir bien, estar tranquilos, vivir sin deudas y sobre todo, en conformar una familia saludable; todas estas cosas se traducirán en un corazón alegre y tranquilo.
Para vernos bien podemos recurrir a una larga lista de alternativas, pero para estar saludables necesitamos crear conciencia. Podemos asociar la conciencia con la responsabilidad que debemos tener con nosotros mismos, con nuestro cuerpo y con nuestro espíritu. Debemos tener conciencia de lo que hacemos y de lo que pensamos. No busquemos tanta apariencia, pues es momento de que como familias y como personas vivamos nuestra realidad.
El ritmo de vida que estamos llevando está tergiversando nuestra escala de valores y hoy en día es más importante la apariencia que la misma conciencia. Dios nos enseña en su palabra que es más importante el corazón, Proverbios 15:13-16 dice: “El corazón alegre se refleja en el rostro, el corazón dolido deprime el espíritu. El corazón entendido va tras el conocimiento; la boca de los necios se nutre de tonterías. Para el afligido todos los días son malos; para el que es feliz todos son de fiesta. Más vale tener poco, con temor del Señor, que muchas riquezas con grandes angustias”.
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