Un tema recurrente que nos preocupa a todos es la vergüenza. Sabemos que afecta tanto a hombres como a mujeres, y  los efectos de encubrirla son devastadores. ¿Cómo podemos ser libres de la vergüenza? Esto es un mensaje por Mary Lowman de The Christian Working Woman en español.

Hablemos primero de la diferencia entre la culpa y la vergüenza, pues creo que la vergüenza hace más daño que la culpa. La verdadera culpa consiste en reconocer lo que se ha hecho mal, mientras que  la vergüenza es verte a ti mismo como un fracaso por lo que hayamos hecho o por las mentiras que hayamos creído. La vergüenza es creer que hay algo mal contigo y que de alguna forma eres defectuoso. El enemigo de nuestra alma quiere mantenernos esclavizados a la culpa y quiere convertir esa culpa en vergüenza. La culpa se convierte en vergüenza  cuando pensamos en ello  y seguimos recordándolo, o cuando fallamos en confesar nuestra culpa y encontrar el perdón. Tristemente, muchos de los que han pedido y recibido perdón de Dios por algo en su pasado todavía albergan la vergüenza de ese pasado.

¿Recuerdas que en el Edén, Adán y Eva estaban libres de vergüenza hasta que pecaron? En Génesis 2:25 leemos: “ En ese tiempo el hombre y la mujer estaban desnudos, pero ninguno de los dos sentía vergüenza”. La vergüenza entró en sus vidas cuando pecaron. Sus ojos estaban abiertos y supieron que estaban desnudos, luego huyeron de Dios y trataron de esconderse. La vergüenza hizo que intentaran aislarse y cubrirse.

La vergüenza casi siempre nos hace escondernos de los demás porque tenemos miedo de que nos descubran. Al igual que Adán y Eva, no queremos que otros vean nuestra vergüenza. Podríamos hablar de nuestra culpa, pero es menos probable que hablemos de nuestra vergüenza. Entonces, lo guardamos todo adentro y comienza a acumularse. Muchas personas han acumulado vergüenza desde la infancia por todo tipo de razones, y esa vergüenza acumulada no desaparece con el tiempo. Tiende a salir a la luz de formas muy destructivas en momentos de estrés o de miedo. Pero la buena noticia es que podemos ser libres de la atadura de la vergüenza por el sacrificio de Jesús. Así que, si eres un verdadero seguidor de Jesús, nacido en la familia de Dios por la fe en Jesucristo, has recibido el camino a la libertad de la vergüenza.

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