Sabemos que ser groseros es de mala educación, pero a veces creemos que esta conducta se limita solamente a decir malas palabras, hacer gestos vulgares o chistes de doble sentido. Pero lo cierto es que ser grosero es sencillamente hacer o decir algo innecesario que haga pasar un mal rato a las personas que nos rodean. 

¿Cómo saber que estamos siendo groseros? ¿Cómo podemos dejar de serlo?

Tener buenos modales y pensar antes de hablar y actuar nos ayudará a  mejorar en gran medida nuestras relaciones. Un hombre es grosero cuando impone su voluntad y le resta relevancia al rol de la mujer, burlándose de ella o menospreciando sus opiniones. En el caso de la mujer, es grosera cuando irrespeta a su esposo en público o no tiene en cuenta su opinión. Debemos saber que todos podemos ser groseros con nuestras miradas, gestos y comentarios.

Habrá quienes recuerden el libro “La Urbanidad de Carreño”, el cual habla básicamente sobre la importancia de no ser groseros. Dicho texto fue escrito por Manuel Antonio del Rosario Carreño, un músico, pedagogo y diplomático venezolano que alcanzó gran preponderancia en el ámbito de la diplomacia y la pedagogía. En su libro, Carreño explicaba que las normas de urbanidad sirven para regular el comportamiento de las personas y así garantizar una mejor convivencia en la sociedad. Es importante que tengamos en cuenta las normas de urbanidad a la hora de actuar y de relacionarnos con otros, pues al aplicarlas estaremos construyendo vínculos duraderos y respetuosos. De manera especial, estas normas son oportunas para las relaciones de noviazgo y de matrimonio, pues el respeto es un pilar fundamental para las relaciones de pareja. 

Recordemos que Romanos 12:17-18 dice: “Nunca devuelvan a nadie mal por mal. Compórtense de tal manera que todo el mundo vea que ustedes son personas honradas. Hagan todo lo posible por vivir en paz con todos”. Debemos obedecer a Dios, y para ello es necesario que realicemos cambios permanentes. Preguntémonos si nuestras actitudes son groseras y propongámonos mejorar para contribuir al cambio.

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