En una reunión de parejas nos hicieron una pregunta que nos impactó: “oye, ¿y tu familia qué?”. Y esta vez quisiéramos hacerles la misma pregunta, porque aunque suena sencillo, la verdad es que cuestionarnos con respecto a la salud de nuestra familia y nuestro matrimonio podría resultar bastante confrontador.
¿Por qué nos da miedo hablar sobre lo que podemos mejorar en nuestra relación? ¿Cómo podemos hacerlo sin terminar en conflicto?
Muchas veces nos da miedo hacernos preguntas sobre nuestra relación, y esto aplica no solo para los matrimonios sino también para los noviazgos. Cuestionarnos nos angustia, porque así como pueden salir cosas buenas, también saldrán a la luz aspectos negativos. Nosotros recomendamos no tener este tipo de conversaciones en la casa sino en lo que nosotros llamamos zonas de distensión. Un café o un restaurante es un lugar idóneo para poder decir todo lo que sentimos y conversar sin terminar en pelea o en conflicto. Es importante darles prioridad a estos espacios porque en ellos podemos tomar decisiones, renovar nuestra visión y plantear rutas de trabajo para mejorar en esas áreas de nuestra relación que no están funcionando. Un consejo que podemos darles con respecto a las zonas de distensión es definir unas reglas de juego, tales como:
- No hablar de separación
- No hacer planes para dividirse
- No pararse de la mesa sin antes resolver los conflictos
- No hablar de destrucción
La salud de una familia se mide por la calidad de su comunicación y su manera de expresar las emociones. Hay muchas labores y responsabilidades, pero la conversación más importante en nuestra familia debe estar dirigida a saber cómo nos sentimos y qué cosas podemos mejorar; esto para poder construir, entendernos y apoyarnos cada vez más. Eclesiastés 4:12 dice: alguien que está solo puede ser atacado y vencido, pero si son dos, se ponen de espalda con espalda y vencen; mejor todavía si son tres, porque una cuerda triple no se corta fácilmente. Si hoy Dios les preguntara: ¿y tu familia qué?, ¿qué contestarías?
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