En medio de un gran conflicto matrimonial hay quienes piensan en divorciarse, pero lo que no tienen en cuenta es que el divorcio es un tema con el cual no se debe jugar. 

¿Qué debemos hacer para manejar los conflictos sin necesidad de pensar en divorciarnos? 

Debemos identificar cuáles son esas actitudes que tomamos en medio de los problemas, las cuales son fruto del orgullo y nos hacen ser tercos. También es necesario deshacernos de los argumentos que tenemos para querer separarnos tales como: “es mejor, así no hacemos sufrir más a los niños”, “tengo amigos que lo hicieron y les fue muy bien”, “puedo rehacer mi vida solo”, etc.  

El orgullo, la terquedad y el enojo, sumados a los pensamientos negativos que tenemos en contra de nuestra pareja, no nos dejarán ver soluciones ni pensar en el daño tan profundo que ocasiona un divorcio. Como matrimonio debemos entender que la ira no durará para siempre y que en algún momento deberemos estar dispuestos a ceder. Si queremos una relación sana, es oportuno ponernos de acuerdo para no hacer este tipo de propuestas en medio de un desacuerdo o conflicto, porque esto lo único que hará es abrirle la puerta al enemigo para que destruya nuestro matrimonio.

Aprender a callar es esencial para no empeorar los conflictos, es mejor hacer un alto y no decir cosas de las cuales podamos arrepentirnos. Como mencionamos en una entrada anterior, debemos aprender a dejar de reclamar nuestros derechos y a estar dispuestos a ceder por el bien de nuestro matrimonio. La Biblia dice en Proverbios 19:11: las personas sensatas no pierden los estribos; se ganan el respeto pasando por alto las ofensas. No actuemos como necios o guiados por la insensatez. 

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